viernes, 7 de diciembre de 2012



Reflexión:
De una tarde a otra tarde
Juanita Pochet Cala

Comenzó la tarde con bocanadas hirientes, un soplido rozaba los oídos,  tibio, húmedo, pesado. Arriba cabalgaban negras y cargadas nubes, parecía caerse el cielo, parecía moverse el diminuto espacio adonde estaba, asombrada, acorralada, temerosa. Los árboles empezaron a mover sus largos brazos quedando al desnudo en fracciones de segundos.

Inaudito, increíble, aterrador. Un pájaro a contra viento quedó estrellado contra una pared, allí lo vi caer, allí quedó cubierto por hojas que volaban, llegaban y salía expulsadas.

Desde el diminuto espacio, con todo el cuerpo y los pies mojados, protegida entre esas benditas paredes lo observaba todo con el corazón a punto de salir del pecho. Apretaba fuerte los ojos cada vez que veía esa como un sable cortando el cielo, para agujerear luego los oídos con todo su estruendo, con toda su rabia enardecida.

No sé cuántos minutos, no sé cuántas horas estuve allí, allá, con dolores infinitos comprimidos, con temores salobres, con un cansancio milenario, como si se hubieran acumulados siglos sobre mi propia existencia. ¿Existimos? Todo se conjuga, todo permanece en la memoria y desde la memoria recorro cada rincón de la historia, cada espacio del universo, recorro pasillos de templos, casas destruidas, ciudades extinguidas, noticias y alertas acumuladas.

Desde tiempos más cercanos nadie escuchó el reclamo de la madre tierra. El hombre, hijo del hombre, abandonó al hombre, se desarrolló prepotente, la arrogancia daba paso al olvido.

Lloriqueo como una niña abandonada a su suerte, no me duelo de mí, me duelo de todos, pienso y no dejo de pensar en todos, más aún en aquellos que no lograron llegar al arca, en quienes no han podido reconstruirse, en quienes no están; y son los inventos dentro del propio tránsito de la existencia, la acumulación de gases por las bombas y las inmundicias, ambición del Ser, oprobio del Ser, incapacidad de los capaces.

Me llamo desde adentro, observo como el gris cielo cambia su tono, observo como la tarde empieza a renacer, como la lluvia y el viento cesa, han dejando sus huellas cada vez más enconada; y el hombre, ha de aprender ser más amigo del hombre. Hemos de aprender a convivir, me insisto e insisto por la vergüenza y el dolor que no es ajeno.


1 comentario:

Angel dijo...

Levantemos nuestras manos para descorrer esa tristes imágenes pretéritas y tendámoslas al semejante para hacer de nuestra breve estancia algo vivible, esperanzador y solidario.

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