lunes, 1 de agosto de 2011

EL ESTRUENDO

Un olor nauseabundo la inundaba toda. Sentía latidos en el estómago, una áspera acidez subía por todo el aparato digestivo. Quería cerrar los oídos, crear una pared desde su interior para no continuar escuchando; pero por más que intentaba, las palabras se hundían como alfileres. Un enorme asco empezó a revolucionarse por dentro. Atónicos, sus ojos buscaban intranquilos el sitio adonde descargar todo lo que desde adentro se venía. Por fin, un letrero frente a una puerta adonde voló para expulsar tanto malestar y lograr cierto alivio. Estruendo todo: palabras estruendos, gestos estruendosos, multitud estruendo, docilidad en estruendosa apariencia, estruendosas personalidades, manejos estruendosos, mentiras estruendosas…-Se repetía una y otra vez tapando los oídos con cada índice., hasta estallar en un grito de auxilio. -Por favor, un globo, dos globos, más globos, los necesito por favor, es para inflarlos, necesito echar aire a los globos- decía la mujer desesperada. -Es la asfixia- explica más calma. –El bullicio, la violencia, mucho ruido Empezaron a aparecer los curiosos al ver a la mujer echada al suelo. Absortos, la vieron inflar de a poco el primer globo. -Estamos envenenados, nadie les ha dicho que nos están envenenando, está en el aire, en las voces, está en todas parte- La mujer seguía inflando globos. Un hombre grueso, de bigote corto y descuidado que semejaba a un desagradable manchón de pelo sobre el labio superior, hizo sentir su voz barítono en acto discordante y malintencionado. -Es una payasa, es una payasa. Hay que mandarla a un manicomio.- A la vez que hablaba, golpeaba bruscamente en una de las mesas del local. -Es una enferma, ¿no la ven? ¿Quién sabe cuántas copas lleva adentro tan temprano? – Echó a reír con tanto sarcasmo e ironía que los curiosos centraron sus miradas en él. -Es así, y soy de los que no se equivocan. No la ven- decía señalando a la mujer que de a poco se incorporaba del suelo... -Es él quien está enfermo. Ya está contaminado; él sí lo está, su forma violenta lo dice. Todos ustedes han visto y han escuchado como ha golpeado la mesa y cómo injuria su lengua. El ya está envenenado y contaminará a otros. Escúchenme, tengo otros sueños, no es esto lo que quiero. Tengo a mis hijos, a mis nietos. Quiero otra vida para ellos y para mí, ustedes pensarán lo mismo- La mujer trataba de explicarse con mesura. Cierto nerviosismo le hacía mover el maxilar. Volvía a inflar globos; tal vez la única manera encontrada para calmar su desespero. - Este dolor de estómago me arquea, me debilita y por más que intento sellar los oídos para no escuchar, no puedo. Las voces han robado luz a la palabra, estas son cada vez más altas y ensordecedoras; nadie habla, nadie conversa pausado, nadie escucha. No nos escuchamos.- -Señora, señora- dice una niña de a penas diez años tendiéndole la mano- Vamonos de aquí, vamos. La acompaño hasta su casa y si quieres, la ayudo con los globos.- La mujer entornó los ojos al escuchar tan dulce voz. Elevó su mano como mariposa. Al volver la mirada por completo, se encontró con un cuerpito menudo de carita sucia regalándole una tierna sonrisa.

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